miércoles, 15 de mayo de 2013

Una noche fue la primera



Hoy fue la primera vez que hablé con Ana. Hace ya un año y medio que nos volvemos en el mismo ómnibus, pero durante el viaje nunca habíamos conversado.
Romper esa ley que me impedía levantar la barrera de la comunicación, me generó cierta satisfacción.
Al comienzo ella no comprendía cabalmente la situación. Obviamente yo la entendí.
Pero me pareció mejor idea no aclarar nada de mi capacidad empática. No era momento para hacer las cosas fáciles. Porque seguro ella pensaría que durante todo este tiempo fui un manipulador, y cruel calculador que esperó el momento exacto para lanzar la primera palabra al aire.
Como chicos que salen del colegio y no están autorizados a hablar de nimiedades sin el consentimiento de sus padres o maestros, fuimos hablando de lo que seguro tenemos en común.
Sucedió que largué una piedrita, y poco a poco fui advirtiendo como se construía una bola de nieve. El truco del enigma funcionó. Preguntar más de lo que contaba, obviamente, me colocó en un lugar inaccesible para alguien que da sus primeros pasos.
Pero era lo que quería. Si goza de apenas una pizca de curiosidad, va a querer leer las noticias que se esconden detrás de los titulares que ya leyó.
Además, ahora piensa que dijo cosas interesantes por el simple hecho de que fue escuchada con interés. Hay pocas cosas más traicioneras que las suposiciones. Me da pena que ella, justo ella, no lograra adivinar la traición. Pero de cierto modo, durante ese rato, ella también fue mi rival, y ante un rival, nunca debemos ceder.
Y no lo hice, nunca abandono antes de terminar el partido. Aunque el resto confunda ese beso, suave, dulce y cariñoso, con algo parecido a claudicar.

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