El viejo salió a caminar (y a cantar). Temprano. De repente lo vio. Caminaba de frente, con ojos entreabiertos y mirada profunda. Llevaba lentes casi oscuros. Su saco, a cuadros verdes y negros le otorgaba cierto estilo. Sus zapatos opacados por la mugre, un poco más blancos que su pantalón negro, bailaban burlándose de la fuerza de gravedad.
Giró la vista monitoreando al viejo. Y con ese movimiento intentó asustarlo. Pero el viejo no sintió miedo, cerró los ojos y siguió cantando. Él apretó el puño como reprochando la indiferencia, y bajó los párpados para insultar al mundo. Habían dejado de creerle. Se quedó quieto mirando hacia atrás. Mientras veía como el viejo se perdía entre las calles, él se lamentaba de su triste destino y sufría: ya nadie teme al matón, el oficio se desvaneció. Y con un mismo quejido, sentenció: "Lo logré. He llegado a ser bueno, justo antes del final".
Interesante
ResponderEliminarGracias por la visita Jair!
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