jueves, 25 de julio de 2013

Todo ya está escrito

Estas cuatro paredes ahora son más aburridas que antes. Incluso con el póster del Joker en medio, estas paredes son más aburridas que antes.

Ahora tengo treinta años, y hace cinco que vivo en soledad. Bueno, eso en cierto modo es una falacia, nunca se vive solo. Pero ustedes me entienden. A pesar de las visitas de esas mujeres, que vienen los domingos de madrugada, o los sábados de noche, o las que caen entre semana. Ustedes me entienden. 

Estuve enamorado de Mónica, realmente la amé. Probablemente aún la ame, pero no tengo los huevos para asumirlo. Enfrentar el amor sin la persona amada es algo muy duro, lo viví antes de conocer a Mónica. Y terminé en un psiquiátrico. Es que hay personas más débiles que otras. Yo soy una de esas, frágil, como una copa de cristal. Pero a veces, si me sabes tocar, sueno bien.

No sé que puedo contarles. Tal vez sea interesante conocer la historia que viví con Laura, la mujer que conocí antes de meterme con Mónica. Una tipa muy dura. Firme en todo sentido. Hasta sus pechos, no muy grandes y firmes. La conocí por mail. Parece ser, que ella me conocía, entonces comenzó a escribirme (o sea, al menos conocía mi dirección de correo). Quiero aclarar que no soy tan crédulo como para pensar que la gente se termina conociendo, no. Pero ustedes me entienden.

Ella tenía gran habilidad para escribir. Le gustaba el mundillo del rock, sabía de música, también. Entonces me entró por ese lado. Para los que no lo saben: pienso que la música es lo que mantiene al mundo con vida. Es una suposición mía y puede tener sus errores fundamentales, lo sé, pero para que entiendan lo que les cuento, consideren el supuesto como algo válido.

Pasaron unos meses, y el intercambio epistolar mutó extraordinariamente. Para ser más claro: al comienzo de la peripecia nos escribíamos tres o cuatro mails al día, a veces cinco. Pero en cierto momento, yo dejé el trabajo, para poder escribirle. Ahora no recuerdo si ella trabajaba o no. Es que no hablábamos mucho de lo cotidiano. Casi siempre divagábamos. Por si no lo saben: me interesa muchísimo divagar.

Vinculado a esa casi obsesión que padezco, de pensar todo el tiempo en mundos paralelos y realidades alternativas, les comento que últimamente antes de dormir pienso que todo lo que se dice en el mundo serio, concreto y real, ya está escrito. Tiendo a pensar que la noticia que da el señor del informativo todas las noches, ya fue contada por otro, mucho antes. Entonces tiendo a prescindir de los noticieros. No sé si eso es algo verdadero o no, la cosa es que no tengo idea de nada. Sé que mucha gente anda matando otra gente por la pasta base, creo. Pero no me pregunten, porque no sé.

Además agrego que en ese sentido tengo referentes. Por ejemplo, creo que Syd Barrett ya se adelantó a un montón de comentaristas de TV (y de diarios, obvio). Es que el tipo fue un adelantado en todo sentido. ¿Qué otra cosa puedo decir?   

Volviendo al tema anterior, al de los mails con Laura (no al aburrimiento, ni a Mónica), les cuento que dejamos de contar la cantidad de mails y pasamos a contar la cantidad de horas que transcurrían mientras tecleábamos. Aquello era genial. Pero para no extenderme en esta historia que seguramente ya fue escrita por otro (y comentada en un diario o programa de radio, por cierto) les adelanto que a Laura nunca la vi.

No. No sé si era una mujer y sus pechos eran firmes, eso simplemente fue una deducción, posiblemente errónea. Pero como a toda persona, me gusta deducir apresuradamente. Tal vez Laura era un hombre, quizás un travesti. Puede que fuera mi vecina, o la dueña del apartamento que ahora digo que es aburrido. Porque en este lugar vivo desde hace mucho tiempo. Recuerden que más arriba les dije que luego de Laura conocí a Mónica. 

Bueno, Mónica vivió conmigo aquí, y me ayudó a que esto no fuera tan aburrido. Hasta que me aburrió. Un día les voy a contar como empezó todo con Moni (yo la llamaba así, a veces también le decía sweetheart y a ella le gustaba). Por lo pronto simplemente indico que ella me ayudó a salir del loquero, ese sitio horrendo al que entré después de hundirme en una depresión profunda y enorme, por no conocer a Laura.

Lo sustancial de todo esto, es que me sigo aburriendo, aún con el Joker sonriendo en mi pared. Pero no menos importante es que estoy curado. No necesito varios inyectables al día, ni reportarme frente a ningún psiquiatra de mañana (ni de tarde). Soy un hombre nuevo, aún creyendo que todo ya está escrito, estoy bien, de nuevo. 

Para dejar de aburrirme, ahora me imagino que alguien más empezó a leerme, que no es Laura. Tengo fantasías de todo tipo. Una vez me hice la cabeza con que una mujer llegaba a mi blog de casualidad, y se enganchaba con un post. Y después de ese pasaba a otro. Y a otro.
Entonces yo me preguntaba: ¿qué mierda encontró esta mujer que no encontré yo? Nunca obtuve respuesta. Es que era pura imaginación. Esa noche soñé que la mujer le contaba a su mejor amiga sobre el blog. La amiga le hacía preguntas, y le terminaba diciendo que nada tenía sentido, y tenía razón. Entonces yo me amargaba en el sueño, y no sé como sucedía pero finalmente terminábamos hablando los tres, en una extensa conversación. Lo curioso (además de que la conversa era en alemán) es que yo pegaba más onda con la amiga, que con la mujer que leía. Eso de los sueños es asunto serio. 

Hay algo en lo onírico que me seduce. El subconsciente funciona como una licuadora de conceptos. Toma un montón de cosas importantes, las mezcla con banalidades y te dice: 
- che, interpretá esto, seguro vas a resolver tu existencia y descubrir el sentido de la vida.
A veces pienso que el tipo que maneja el subconsciente es un hijo de puta. Después me doy cuenta que el hijo de puta puedo ser yo, y empiezo a preocuparme.

Como verán soy un tipo preocupado, aburrido y lleno de interrogantes (?). Pero la música me hace sentir vivo. Cuando era más chico lo que me hacía sentir vivo era un programa de televisión que se llamaba Maxianimados. Uno de los personajes que salía allí era genial. Me hacía reír mucho. Después pasó a trabajar de cómico y perdió la gracia, pero no voy a ser tan malvado como para nombrarlo. De niño pasaba riendo, luego de grande dejé de hacerlo.

Excepto a veces, no siempre, cuando fumo faso empiezo a reír y no paro, posta. Jajajaja. Que gracioso. Es mejor la risa cuando estoy sin nadie a los costados, ni adelante (y ya que estamos: ni atrás). Cuando fumo porro rodeado de gente me vuelvo paranoico. Pienso que alguno de esos me puede matar, o puede mearse encima. Y si se mea encima, yo puedo llegar a cagarme de la risa. Entonces ese meón puede llegar a enfurecerse, y matarme. O sea, siempre pueden llegar a matarme. 
Imaginen que horrible sería la noticia: "Drogón muerto a golpes -por cagarse de la risa- de un meón". Bueno, si ese titular fuese escrito por Capote, no sería tan horrible. Pero como ustedes ya se habrán dado cuenta, lo que quiero decir es que todo ya fue escrito. En este caso por Capote. Aunque sospecho que él escribiese sobre mear, cagar y matar.
Vale la pena aclarar que fumar marihuana también genera otro tipo de efectos, pero esos deberían ser contados por otros consumidores, no por mí, porque yo termino en la risa o la muerte. 

Les quiero contar, también, que muchas veces después de decir algo, empiezo a sentirme como un estafador. Por ejemplo, nunca leí a Capote, pero me contaron que escribió algo así como crónicas policiales con un gran sentido literario. Entonces tomando en cuenta eso que me contaron, asocié el titular que cité más arriba a su pluma. No quiero ser un estafador, en serio, por favor no me etiqueten de esa forma. Bastante tengo con este cuarto y mi aburrimiento.

¿Ustedes piensan que soy aburrido? Para que vean todo lo aburrido que puedo llegar a ser, una vez en un viaje de ómnibus a Artigas (el departamento más al norte de mi país), me hice el dormido durante todo el trayecto para no tener que hablar con la señora que iba al lado mío. Pero resulta, que en determinado momento se pone a hablar con un muchacho que estaba sentado en el asiento del pasillo, frente al suyo. El hombre que era más joven que ella, comenzó a hablarle de cosas muy subidas de tono. A mí nunca se me pasaría por la cabeza hablar de esas cosas con una desconocida. Bueno, a él sí. De tanto comentario caliente, la mujer empezó a "enloquecerse". Siempre recuerdo esa palabra asociada a la excitación por causas eróticas porque era lo que mi padre le decía a mi madre cuando practicaban el sexo (yo pensaba que jugaban luchas): "loooca, loooca". De tan excitada que estaba, ella lo invitó a él, a encerrarse en el baño del ómnibus, y lo hicieron. Estuvieron ahí dentro un rato largo. Afuera, en el pasillo se formó una cola de seis o siete personas esperando para utilizar el baño, pero a ellos no les importaba. Hasta que en un momento el chofer detuvo el ómnibus, fue hasta el fondo, y les pidió que salieran. Y salieron, muertos de risa. Mientras yo me hacía el dormido.

Ahora que recuerdo esto, no estoy tan aburrido. 

También me pongo a pensar que los noticieros nunca informaron sobre el incidente que ocurrió un domingo de abril en el ómnibus rumbo a Artigas. Obvio, ¿para qué van a hablar de eso? Si todo ya está escrito. 




domingo, 7 de julio de 2013

Por un momento

Por un momento creí en los plazos como verdaderos bombos marcando el ritmo de mi vida. Durante horas o días, o quizá durante años, pensé en vivir esperando algo importante. Así dejé los libros ordenados con rigurosa prolijidad en la biblioteca. De esa forma apoyé la guitarra en el sillón incómodo que no se usa. Por eso apagué el proyector para no ver más películas mentirosas. En ese rollo me embarqué para olvidarme de los relatos cargados de maravillosa magia que en las noches de invierno tuve la suerte de escuchar; encerrados en una habitación, El Oso, mi gran amigo que ahora vive en paradero desconocido (desconocido para mi), me llevaba a visitar las calles de Montevideo. Esa ciudad que estaba presente en todos sus relatos, era muy distinta a la que yo conocía, y mucho más extraña a la del presente, pero muy similar a la que ahora imagino.

Por un momento, digamos por apenas unos segundos, fui muy feliz. Eso fue cuando en una entrevista, una señora maquillada por el enemigo, con colores azules y celestes vistiendo sus párpados; confirmaba mi traicionera fortuna: mis méritos me habían ayudado a convertirme en un trabajador bancario, multiplicando mis ingresos mensuales por cinco. Cuando salí de esa reunión, miré para los costados y las calles no eran como las contaba El Oso, y miré para arriba, y el cielo estaba gris, y nublado. Entonces el vacío en mi interior fue mucho más grande, profundo y extenso que el vacío que transmitían los ojos de aquella mujer.

Por un momento los viajes, la ropa, los relojes fueron premios para una vida en ascenso. Por un momento la música fue lo que me dió las palabras para levantar las minas que la fragilidad de mis principios enmudeció. Por un momento el espejo reflejó la cara de alguien que me daba miedo. Por un momento el personaje fue mucho más "je" que la persona. Por un momento me despedí de la vida pensando en no vivir ninguna muerte. Por un momento sentí miedo, y salí corriendo al infierno.

Ahora, y por un momento, cuando de nuevo me levanté del escritorio y dejé el lápiz en posición horizontal, cuando hace más de un mes que no veo ninguna película rabiosa, cuando hace semanas que sólo leo para aprender, cuando necesito la música para vivir y la defiendo con la vida (aún sin saber por qué); ahora también siento miedo, pero me doy cuenta que el único camino al paraíso (o al infierno) es no alejarme de mi. Y todo es por un momento.