sábado, 21 de septiembre de 2013

¿Monógamo yo?

Anoche, en una charla con amigos, salió el tema de la monogamia. Allí, expusimos nuestros puntos de vista, argumentamos nuestra postura -de la mejor manera posible-, y comentamos algunos ejemplos de por qué se sostiene el sistema monógamo. 
Sin entrar en detalles de lo conversado, puedo decir que efectivamente existe el deseo de probar lo nuevo, es decir, aquello diferente a lo que tenemos hoy.
Es como si se confirmara que siempre deseamos estar en un lugar distinto al que estamos. Y también quedó claro que, en unos y otros, el deseo de salir a buscar ese lugar nuevo tiene diferentes fuerzas.
Como contracara a la movida monógama, apareció  el concepto de represión. Nos reprimimos porque es algo natural, la represión está en todas partes, y a veces, la represión provoca que en lo más profundo del ser -o en lo más escondido- se encienda una llama, capaz de dotar de elementos nuevos a lo ya conocido y probado. Tal vez, la represión ayude a develar el misterio de ese deseo por obtener lo que, en tiempo presente, está fuera de alcance.
Mientras la conversación avanzaba con buena dinámica, interesaba y atrapaba; intenté incorporar, en el mudo silencio de mis pensamientos, el concepto de libertad. Busqué asociar otra óptica a la discusión, para enriquecerla. Y no lo logré. Me resultó imposible construir un razonamiento que se sostuviera por sí mismo para lanzarlo a la mesa y que resistiera el tiroteo discursivo.
Ahora tampoco lo puedo hilvanar, pero veamos como queda en palabras, para verificar donde se fractura primero.
¿Qué tal si escapar es verbo de libertad? ¿La libertad se concreta mediante el escape?
Tal vez lo que reprimimos es la posibilidad de llevar nuestra libertad a un punto máximo, y lo hacemos porque sabemos que en ese punto, lo que ganamos no nos alimenta lo suficiente para compensar lo que perdemos. Como si fuese un análisis costo-beneficio de deseos y represiones. Además, posiblemente sea por miedo a confirmar que la libertad en estado puro no pertenece al dominio de los hombres, aunque la necesitemos como idea para despertarnos todos los días. Ah, asocié miedo y libertad, creo que debería dejarme de pavadas y leer a Fromm.
Antes de cerrar el post, voy a contarles una intimidad. 
En la conversación, creo, dejé una imagen de hombre hambriento de mujeres. Como si el instinto, en mi caso, fuera irrefrenable. Y si eso fue así, sirvió para construir la charla, y además para exteriorizar pensamientos, perversiones u obsesiones que juegan cotidianamente en la liga de lo oculto, pero que a veces, se alborota con salir a luz.
O sea, la experiencia de hablarlo y escucharlo es positiva. Los instintos y deseos no son tan graves como parecen cuando uno los tiene rebotando en la mente.
Y luego de la conversación llegó la hora de volver a casa. En la noche más profunda, cuando lo verdadero se apodera de nosotros y quedamos mirando el abismo, este nos devuelve la mirada y como si la noche tomara el lugar de la historia, nos ubica en las coordenadas que nos corresponde. Es en ese momento, cuando olvidamos todos los culos y tetas que vimos durante el día,  para abrir la cama, hacer cucharita y largar las palabras tan poco aventurares que dicen: "buenas noches amor".

jueves, 19 de septiembre de 2013

La idea vacía

"Yo soy blanca como hueso de bagual" repetía Charo cuando en la conversación -por alguna u otra razón- aparecían referencias a la política nacional.
Ella, responsable de la limpieza en el instituto de enseñanza en el cual trabajé durante dos años, nunca pudo fundamentar sus motivos para semejante elección partidaria -por eso no hablo de elección política-. Ahora recuerdo que los patrones -también seguidores del Partido Nacional- se referían a ella como "la señora". Curioso.

Por otro lado, mi bisabuela se declaraba "pachequista" en ese caso por un argumento bastante fuerte "si los comunistas ganan te quitan todo y se llevan a tus hijos". Ella falleció cuando yo tenía seis o siete años, en aquel momento no entendía ninguno de los términos, pero si bien los comunistas me daban miedo, los pachequistas me inundaban de terror.

A ese discurso pro ideología pachequista, lo escuché infinidad de veces, coincidiendo con el primer gobierno del Dr. Julio María Sanguinetti. ¿Lo recuerdan? El famoso cejudo. Pedro Dalton creo que hace alguna referencia a ese mote, si aciertan el tema en que lo hace, avisen. 
Ese mandato fue del 85 al 90, luego lo sucedió el Dr. Luis Alberto Lacalle del 90 al 95, para dar paso, nuevamente, a otro periodo de gobierno del cejas.

Me gustaría volver a esa parte de la historia no tanto desde el enfoque personal, sino más bien desde lo conceptual, pero soy incapaz. En aquel tiempo las restricciones económicas o el odio imperante hacia la izquierda o hacia la derecha -dependiendo quien hablara- callaron todas mis palabras. No las eliminaron, las callaron, y por eso mi discurso más o menos infantil quedó en un plano solipsista que me dotó para conversar únicamente conmigo mismo. O sea, esos gobiernos de derecha no sólo desvalijaron al país desde la óptica económica.

Afortunadamente, hoy puedo luchar para escapar del subjetivismo radical. Al menos eso creo, y tengo la suerte de cuestionarme sin caer de forma estricta en afirmaciones vacías de contenido.

Abriendo cancha a la discusión y para continuar con lo partidario, tomo el caso de la alianza entre blancos y colorados para disputar las próximas elecciones departamentales.

La convención del Partido Colorado apoyó el acuerdo político para impulsar un lema en conjunto con el Partido Nacional, para enfrentar al Frente Amplio -que viejo que suena ya este nombre- a nivel departamental en Montevideo. Ahora falta que se expresen los blancos, que según dicen, tienen un sistema de definición más ágil.

Está claro, al menos por el accionar histórico de estos partidos, que no importa la propuesta que van a llevar adelante, sino asegurarse que cada uno tenga un candidato. Y algo de eso puede leerse en la prensa.

Por ejemplo, El País publica:


O sea que la cuestión formal, pesa más que el contenido, tanto sea para definir el nombre del candidato o el nombre del partido. Es decir que en base a esta nota, puede interpretarse que la única definición política que se sometió a discusión fue la unión del partido colorado con el partido nacional. Y tanto la propuesta, el "para qué lo hacemos" queda rezagado a un segundo plano que todavía no se conoce. 

En el caso de que la fusión blanquicolorada gane las elecciones, es decir, que derroque al FA. ¿Qué sucedería? No sabemos cuales son las propuestas, está bien, ahora están en un paso anterior, pero repito, ¿para qué?

Si el objetivo liso y llano, es alcanzar el trono, el debate político queda por el piso.

Por su parte, La Diaria le da espacio a los opositores -el opositor- a la propuesta de fusión, pero antes informa cómo se tomó la noticia en cada una de las cúpulas partidarias. 
En la misma nota, también se informa sobre la acción que uno de los líderes realizó en las redes sociales para pedir "sugerencias" de nombre para el futuro partido.

Dado que para quienes estamos por fuera de la estructura partidaria -tanto sea de derecha o izquierda- resulta complejo comprender las emociones y opiniones que surgen luego de estas instancias, se nos despiertan algunas interrogantes que van más allá del trámite particular.

Me gustaría detenerme en la siguiente cuestión:
¿Cuántos periodos de gobierno son necesarios para que las ideologías(?) pierdan su contenido?
Parece que a nivel departamental alcanzaría con cinco. Pero así construida la escena parece una confirmación de que nunca existieron ideas de Política, sino, y fundamentalmente, el interés personal -y de nombres- por acceder a cargos institucionales que permitan estar cerca del poder que alimentaría las ambiciones particulares e individuales de aquellos que se postularon como candidatos en cada ocasión.

Como contracara de este proceso, se puede vislumbrar algo más oscuro para el futuro del sistema político uruguayo. En un contexto polarizado, al cual se llega desde un planteo burocrático carente de toda visión conceptual -y repito, eso es lo que aparece hacia afuera- al partido que ostenta el gobierno le resultaría muy fácil defender su posición actual.

Quiero decir, el Frente Amplio puede basar su propuesta electoral en argumentos que muestren la falta de sentido político en una alianza electoral de color rosado. La chatura en los discursos continuaría cayendo, aún más abajo del nivel que tiene hoy en día. Tal vez gane nuevamente en Montevideo, pero en lugar de hacerlo por mérito propio lo haga por la flagrante falta de contenido en la propuesta de sus adversarios.

Aunque creo que no debería alarmarme, seguramente sea eso también haya sucedido en las elecciones nacionales pasadas. Y en las anteriores. Y en las anteriores a esas. Y en las anteriores a las anteriores a las anteriores.

Y en cuanto a la opinión de Amado cuando dice: “No podría encabezar algo en lo que no creo y que siento es un profundo error y que sólo el tiempo dirá quiénes son los equivocados”, digo que estoy de acuerdo con él respecto a la parte de que será la historia la que dirá la "verdad". Pero en referencia a la primera parte, le diría que no, no es un error. Su partido se está manifestando honestamente, y está explicitando la postura de defender las posibilidades de acceso al poder, cueste lo que cueste. Sabiendo que en este caso cuesta muy poco, porque el costo no es ideológico. Es burocrático.

Y si de burocracia se habla, vuelvo al tema de Ope Pasquet y las sugerencias de nombre.
El trámite de confirmar el nuevo partido se trabó porque el Partido Uruguayo se les adelantó y registró antes que ellos las opción que tenían en primer lugar. Así que tuvieron que retomar esa discusión. El proceso de bautismo podría repetirse al infinito si cada vez que decidan un nombre, otro va a la Corte y lo registra antes que ellos. Veremos como se las ingenian para que eso no ocurra.
Para cerrar este aburrido post de reflexión sobre el sistema de partidos, me atrevo a dar una sugerencia para eso que se anuncia como "nuevo". Creo que sería muy útil a efectos electorales, que blancos y colorados continúen blanqueando -valga la redundancia- el vacío que los trajo hasta estos tiempos. Si el legislador Pasquet lo permite, sugiero que ese nombre tan buscado sea simple y honesto. Sin más, le digo que se anime a sincerarse, y que sin temor llame a la criatura como "La idea vacía".







martes, 17 de septiembre de 2013

La digresión magistral

Para seguidores o detractores; para fanáticos o indiferentes; para asesinos o detectives; para todos: Bolaño.

Primero un repaso por su obra:


Luego, por seleccionar algunos (y por etiquetarlos) tres de sus conferencias, discursos o ensayos:

"Recordé en el acto, como no podía ser menos, a Susan Sarandon disfrazada de monja preguntándole a Sean Penn cómo podía pensar en follar si le quedaban pocos días de vida. El tono de Susan Sarandon, por descontado, es de reproche. No recuerdo, para variar, el título de la película, pero era una buena película, dirigida, creo, por Tim Robbins, que es un buen actor y tal vez un buen director pero que no ha estado jamás en el corredor de la muerte. Follar es lo único que desean los que van a morir. Follar es lo único que desean los que están en las cárceles y en los hospitales. Los impotentes lo único que desean es follar. Los castrados lo único que desean es follar. Los heridos graves, los suicidas, los seguidores irredentos de Heidegger. Incluso Wittgenstein, que es el más grande filósofo del siglo XX, lo único que deseaba era follar. Hasta los muertos, leí en alguna parte, lo único que desean es follar. Es triste tener que admitirlo, pero es así."



Los mitos de Cthulhu por Roberto Bolaño

"Los escritores actuales no son ya, como bien hiciera notar Pere Gimferrer, señoritos dispuestos a fulminar la respetabilidad social ni mucho menos un hatajo de inadaptados sino gente salida de la clase media y del proletariado dispuesta a escalar el Everest de la respetabilidad, deseosa de respetabilidad. Son rubios y morenos hijos del pueblo de Madrid, son gente de clase media baja que espera terminar sus días en la clase media alta. No rechazan la respetabilidad. La buscan desesperadamente. Para llegar a ella tienen que transpirar mucho. Firmar libros, sonreír, viajar a lugares desconocidos, sonreír, hacer de payaso en los programas del corazón, sonreír mucho, sobre todo no morder la mano que les da de comer, asistir a ferias de libros y contestar de buen talante las preguntas más cretinas, sonreír en las peores situaciones, poner cara de inteligentes, controlar el crecimiento demográfico, dar siempre las gracias."


Me dejaron sin habla(r)


Recién casi caigo despatarrado en la estrechez de un baño de ómnibus que me lleva de Colonia a Montevideo. El piso estaba resbaloso, y la suela de mis zapatos es resbalosa, y ya todos sabemos lo que sucede cuando se juntan dos superficies de ese tipo. Pero eso no es lo que les quiero contar, ahora mi intención es hablar de lo que me sucedió hace unas horas en la red de subtes de la capital porteña, y me interesa hacerlo no para dar lástima sino más bien para evitar que a alguien más le pase. No es porque sea un hombre bueno, es porque estoy aburrido, nada más.
Ocurrió más o menos así como ustedes lo van a leer, con alguna desviación, pero muy menor. ¿Se puede decir “muy menor”? Bueno, corrijan tranquilos.
Desde allá, de Humberto Primo y Jujuy cruzaba mensajes de texto con Sofía, mi chica en Montevideo, mi chica en el mundo. Nos decíamos cosas lindas, como que nos extrañábamos y otras por el estilo, desde mi lado lo hacía con intenciones poco claras, pero intenciones al fin de ir preparando el terreno como para luego, cuando la travesía finalice y llegue a casa, ella me espere con ganas de que la atienda, y yo efectivamente lo haga sin quedarme dormido.
Después de esa escena en la esquina que mencioné, fui a tomar el subte Línea H. Cuando bajé me quedé sin conexión a Internet, y no busqué otra red wi-fi de esas que hay en el mundo subterráneo. A veces está bueno estar desconectado. Te pasan cosas más reales. ¿Se puede decir “más reales”? Corrijan tranquilos.
A varios metros bajo tierra entonces, opté por quedar descolgado del mundo virtual para ver si pasaba algo, y efectivamente, sucedió.
Ella, una violinista de unos 23 años. Con pantalones negros ajustados que ayudaban a reafirmar la belleza de sus finas y estilizadas piernas; con rulos bien definidos y armados; con sus pechos parados sobre su pecho -suena metafórico pero es verdad- que apenas se insinuaban en la amplitud de la remera varios números por encima de su talla; y sobre todo, el delineado negro en sus ojos redondos también negros que me dejaron perplejo por ratificar que la mujer es un ser hermoso, perdón, debo decirlo en plural: las mujeres son seres hermosos.
Y en este caso ella además toca su violín para hacerlo sonar dulce, intenso y darle a esa parada de subte un toque sublime.
Creo que ella sabe de su encanto y por eso toca alejada, casi al final de la pasarela que permite el acceso a los vagones. Como escondida pero estando a la vista de todos. Como tímida pero sabiendo que con su música vence los oídos de cualquiera.
Así entonces me quedé por unos minutos, enfrentado a ella, desde el otro lado, para esperar que viniera algo que me llevara a otro punto de la ciudad. Y siempre pasa eso de que deseas que venga rápido, y no viene; pero cuando querés que demore porque encontraste algo interesante llega enseguida.
Es una de las leyes de Murphy que se cumple sin piedad. Realmente no sé cuanto tiempo transcurrió, me dejó idiota, llegaron los vagones, me subí y con la ñata contra el vidrio fijé la mirada en ella hasta que la perdí.
Esto no es una historia de amor, así que no se ilusionen con que ella me guiñó o algo por el estilo. No hizo nada respecto a mi, siguió tocando y esperando monedas. Pero la semana próxima voy a ir de nuevo, a la misma hora, con U$S 350 en monedas de pesos argentinos y ya verán, al menos me va a tener miedo, pero algo va a suceder.
Lo importante y que quiero resaltar, es que ella no es un holograma. Porque eso fue lo que pensé cuando dos paradas más adelante, al bajarme escuché una forma de ejecutar el violín muy similar. Entonces busqué en los televisores pensando que ella tenía algún clip que pasaban por esos artefactos o algo así, pero no. Estaba ella misma, de nuevo, pero lo único que había cambiado era su remera por una en color rosa, también varios talles más grande. Todo el resto de detalles se repetía. Si bien en principio me asusté, no tarde en darme cuenta que se trataba de hermanas gemelas que decidieron ganarse la vida con idéntica profesión, claro, todo idéntico. Como no voy a entrar en ese juego de relatar todo lo que se me pasó por la mente con esas gemelas en la cama, les quiero decir que comercialmente me parece una estrategia muy acertada. Aún no logro comprender como Coca Cola o MoviStar o alguna de esas corporaciones no las compró para hacer de ese instrumento artístico su campaña de publicidad subterránea, pero bueno, es problema de ellos. Mientras tanto las gemelas siguen libres, así que ustedes aprovechen y lleven monedas, para que continúen en libertad se me ocurre.
Bueno, pero eso tampoco era lo que hoy quería comentarles. No. La cosa que interesa y que nos convoca hoy, es lo que vi luego de combinar con la otra línea, la B.
Antes de subirnos todos apretujados al vagón, pude distinguir a un sospechoso. Un hombre petiso, con pantalón y campera de jean, con una curita en su oreja derecha, y una campera que llevaba arrollada alternando entre su mano izquierda y derecha.
Apenas apareció, recordé la historia que mi padre me contó más de una vez sobre “el punga” de 8 de Octubre y Pernas –no recuerdo la esquina con exactitud así que nombro esa intersección, supongamos que es la que mencionaba mi viejo en su relato-. En ese caso, el tipo se vestía siempre con un traje claro, bien pulcro, usaba camisas en tonos azules o celestes, y peinaba hacia atrás. Pero, en común con este petiso no tan pulcro, ambos llevaban camperas en las manos. Tal vez el de 8 de Octubre fuese más evidente por llevar campera cuando vestía traje, pero tal vez, la campera fuese un sobretodo, posiblemente el relato de papá tenga fallas narrativas, no importa.
Volviendo al malhechor de la línea B, valiéndose de los empujones que tienen lugar entre los pasajeros que procuran su lugar, él intentó meter mano en el bolso-cartera de una mujer casi desprevenida, pero no tuvo suerte, porque se ve que ella se dio cuenta de la operación y se llevó el bolso a su pecho. Punto para la señora. Entonces el tipo, para no quemar, subió con nosotros y se quedó apoyado en la puerta. Su accionar continuaba siendo sospechoso. Ahí fue que recordé otra cosa que decía mi viejo: “los pungas nunca viajan solos”. Bastó recordar eso para que mi cabeza comenzara a dar giros 360º buscando posibles compinches del petiso, pero no advertí nada. Leían diarios, jugaban con sus celulares, escuchaban música, pero ninguno tenía en sus gestos el cartel que decía:”cuidado, soy punga”. El petiso tampoco lo tenía, pero yo lo ví metiendo mano. Además tenía la nuca tatuada con esos diseños carcelarios. Este parecía un águila que se perdía entre su cabello, vaya uno a saber que le habían hecho entre rejas. Mientras los nervios me comían por no saber quién sería el próximo damnificado, y me daba pena que fuera alguna señora mayor, que necesita hasta el último peso de su jubilación, pensaba en salir de ahí y de inmediato llamar a mi viejo para comentarle mi experiencia y en algún sentido conectar con su relato. Como para que supiese que su historia no había sido en vano. Que muchos años más tarde, sus palabras volvieron a repetirse en mi cabeza. 
- Grande viejo! – tenía ganas de decirle.
Y omití contarles que al petiso le faltaba casi la mitad de su oreja. Usaba la curita para ocultar la falta de carne. Un Tyson le había propinado un mordiscón. Sin dudas ese muchacho no andaba en nada bueno. Peleas clandestinas tal vez. Quizás así se gana la vida cuando no está metiendo las manos en carteras ajenas, quién sabe.
Hasta que el subte llegó a la siguiente parada, él bajó, yo lo seguí con la mirada, y lo vi subir al siguiente vagón, se ve que quería perpetrar su delito sí o sí, que terco, pensé.
Por fin respiré. Ese tipo me alteraba.
Llegué a mi parada. Crucé las vallas. Subí las escaleras. Y ya en la calle Corrientes no esperé más y busqué el celular para llamar al viejo. Revisé los bolsillos del pantalón. También en los del morral. Me saqué la campera esperando encontrar el teléfono perdido entre alguna otra cosa que siempre hay en los grandes bolsillos del abrigo, pero nada.
Se me habían llevado el celular. Y yo preocupado por las viejas. Malditos pungas, me dejaron sin habla(r).



lunes, 16 de septiembre de 2013

La mujer del revólver

Aquel fue un sueño extraño, pero no porque Racing ganara el partido, no. Todos sabemos que resulta extraño ver ganar al equipo de Avellaneda. Si fuese ese el argumento, no estaría contando nada nuevo. 

Basta con decir que fue mi última ensoñación de la noche porque apenas terminó, me desperté. Hoy, al analizarlo, me detengo en el rol de espectador que mantuve durante toda la secuencia de imágenes y en el desenlace triste y violento, o mejor dicho, violento y triste.

En esta experiencia onírica, yo sobrevuelo el estadio en el que juegan los equipos. Llegué para los segundos finales, y desde el aparato en que me encontraba -posiblemente un helicóptero- logré escuchar la voz de alguien que anunciaba la victoria de Racing.

Casi en simultaneo, observo una de las tribunas, la que quedaba detrás del arco del equipo ganador. Si bien en el estadio había muy poca gente, todos los asistentes en esa tribuna comenzaron a correr hacia el campo de juego. En apenas unos instantes, la tribuna quedó vacía y la gente, como hormigas, corría por el césped desparejo de lo que parecía una cancha de la 'B'.

A esa altura, tanto temporal como física -porque yo seguía en el helicóptero- nada me llamaba la atención. Ni la victoria, que creo fue por 2 a 0; ni el tumulto que se dio dentro del terreno. Hasta que en un instante determinado la pude distinguir.

Era una señora de unos 40 años. Con panza y pechos que se divisaban desde lejos, muy caídos, eso también delataba su edad. Tenía el pelo largo y usaba un cola. Por la forma de correr, y por lo circular de su contorno, llamaría la atención de cualquiera, pero parece que nadie la vio, excepto yo.

Entró decidida, por una de las esquinas, y lo hizo en diagonal hacia el círculo central.
Antes de llegar al medio, levantó su brazo derecho y cuando pude ver que allí portaba un revólver -no vi detalles del arma, sólo la silueta- me asusté y ella comenzó a disparar. 

Posiblemente por el susto, el helicóptero comenzó a dar giros bruscos, como si el piloto de la nave hubiese perdido el control. Curiosamente, perdíamos altura con lentitud, parecía que bajábamos flotando.

En la zona de los disparos, el público se abalanzó sobre ella. Los balazos no fueron mortales, al menos nadie alertó ninguna muerte. Eso me dejó un poco más tranquilo, pero lo duro fue cuando me acerqué y pude ver el rostro de la mujer.

No era la cara de mi madre, ni mi abuela, ni ninguna otra integrante de mi familia. Tampoco era una amiga, ni un personaje conocido. El rostro aquel no era el mío.

De todas formas, la impresión fue cruel y dura, porque cuando los brazos la aprisionaban contra el piso para inmovilizarla y mantenerla bajo captura, sus ojos quedaron en blanco y sus labios superiores se movían en sentido contrario a los inferiores, como si su carga magnética los llevara a repelerse. 

Digo que me pareció muy triste verla tirada, vencida y conmocionada por el ataque que ella misma llevó a cabo. Y me dejó dudando. ¿Qué tal si ella ingresó para matar a un asesino? ¿Y si ella no resistió la justicia por mano propia? ¿Y si la Ley del Talión la venció? 

Nadie va a saber por qué ella hizo lo que hizo, y lo digo convencido. Por más que se recupere, y declare qué hizo y cuáles fueron sus motivos, por más que recuerde todo sin perder detalles, sus ojos perdidos me transmitieron su desesperación por haber hecho algo que no quiso, a impulso de una fuerza del más allá. 

Igual, ahora que lo pienso, me doy cuenta que esa fuerza arrolladora no vino del más allá, sino que, estaba muy acá. Quiero decir, me suena más certero que el impulso que mandató a la mujer se trataba de un deseo irrefrenable, algo inexplicable pero que sucedió en su interior.

Entonces, tal vez no sea tan triste, porque finalmente, ella logró sacarlo de sus entrañas y según parece, a pesar de la victoria de Racing, en el estadio de clase B nadie murió.



sábado, 7 de septiembre de 2013

Do not go



Do not go gentle into that good night
Old age should burn and rave at close of day
Rage, rage against the dying of the light

Though wise men at their end know dark is light
Because their words had forked no lightning they 
Do not go gentle into that good night

Good men, the last wave by, crying how bright 
Their frail deeds might have danced in a green bay
Rage, rage against the dying of the light

Wild men who caught and sang the sun in flight, 
And learn, too late, they grieved it on its way, 
Do not go gentle into that good night

Grave men, near death, who see with blinding sight 
Blind eyes could blaze like meteors and be gay, 
Rage, rage against the dying of the light

And you, my father, there on the sad height
Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray. 
Do not go gentle into that good night.
 Rage, rage against the dying of the light.



domingo, 1 de septiembre de 2013

Mi muralla

El trabajo se acumula sobre la mesa. Lo veo crecer a diario, como un niño bien alimentado. Pero no importa cuán grande sea mi obligación, nada frena mis deseos. Es por eso que muchas veces pienso que no será el tiempo el que ponga fin a mis días, sino el deseo.

No tengo superpoderes, y por ello me lamento, porque tampoco nunca aprendí a vivir como un hombre. Pero cuando olvido las penas por lo que no soy, siento un chorro de adrenalina recorriendo todas mis cañerías. Y eso sucede cuando retorno al punto cero, y todo vuelve a quedar en el mapa del futuro.
Tener la posibilidad de comenzar una y otra vez, apenas la posibilidad, es para mí una adicción. La más fuerte de todas, de la que no puedo escapar, ni esconderme.
Además, esa poderosa sensación es cada vez más efímera. Porque el tiempo está en lucha con el deseo. A medida que comienzo una nueva aventura, el límite temporal para disfrutarla -o sufrirla- antes de pasar a la búsqueda de otra aventura, es cada vez más acotado. Necesito empezar, todo el tiempo.
Creo que ese comportamiento inmediatista, se debe a una tolerancia casi nula a la frustración. Con el miedo de tropezar a cada paso, y con el temor paralizante de no saber qué hacer frente a una caída, nunca podré llegar a destino; y por eso: empezar de nuevo. Volver a la línea de partida, como si se encontrara allí la fuerza electromagnética que hace apuntar las brújulas al norte; hacerlo sin repetir y sin soplar, volver y hacerlo cada vez más rápido. De todas maneras, ese no es el mayor problema.

Mientras el trabajo continúa acolchonando todo el escritorio, mientras mis amigos se despiden con la mirada perdida por no saber quién soy o qué fui, mientras creo que el niño del que no puedo desprenderme insiste con tener todos los caramelos del mundo, mientras todo eso sucede, me doy cuenta que mi punto de partida se mueve continuamente. Es decir, estoy volviendo a él, pero nunca sé donde estoy.

Si un día alguien, observando a la Tierra desde la Luna, fuese capaz de divisar las piedras fundamentales que coloqué al comenzar cada nuevo camino, tal vez se confunda mis ladrillos con la Muralla China. Pero esa confusión también resultaría efímera, porque mi muralla tiene forma de laberinto, y además está inconclusa.